Lectura: 1 Corintios 12:8-11. Notemos que Pablo aplica la acción del Espíritu a todas estas cosas: sea lo que fuere que recibamos es un don de parte del Espíritu (o de parte del Padre). El énfasis está en la parte final cuando señala que lo hace repartiendo & como él quiere.
Nadie debe quejarse del don que tiene ni envidiar el que tiene el otro. A lo sumo, uno puede procurar los dones mejores (v. 31a). Pero la soberanía divina en la repartición de los dones está muy clara.
Y por ello debemos agradecer ya que, por lo menos en una u otra época, hay dones que gozan de más popularidad, y el cuerpo se empobrecería al carecer de algunos de esos obsequios divinos, pues muchos preferirían los más apetecidos.
Estamos ante el Rey que da a sus siervos lo que es necesario para provecho de su reino y no ante el dueño de un almacén donde compramos o reclamamos el producto de nuestra preferencia.
Oración: Padre amado continúo presentándome delante de ti con gratitud por las diferentes y maravillosas clases de dones. Amen.